Marqués de Tamarón || Santiago de Mora Figueroa Marqués de Tamarón: agosto 2012

martes, 21 de agosto de 2012

Un soneto de Fernando Ortiz

Me lo presta desde Cádiz en este Agosto inmisericorde, pero soportable en la Tacita de Plata, que él, Fernando, ve "nostálgica y extraña". Yo también la veo así. Por eso y porque a él lo admiro y lo conozco bastante como para saber que terminará publicando una versión ulterior en su propia página, me atreví a pedirle permiso para recibirlo aquí.

¿Dónde mejor que en una bitácora puede hacer escala un soneto a Cádiz?

Gracias, maestro,
y publico el soneto con tu venia.

                            CÁDIZ

                                                A mi amigo Santiago, oficial de la Marina Española
                                                que mandó tropa en esta plaza.

Constitución. La libertad. La España
que no fue ni será nunca jamás.
Entonces se soñó. Ven y verás
de la lejana América la entraña.

Qué ciudad tan nostálgica y extraña.
Neoclásica, barroca y además
se ríe de sí misma y los demás
y oculta con su ingenio la patraña.

Patraña de un país que es de opereta.
Entra en el mar, y el mar la purifica
con su humedad salada y primigenia.

En Venecia hay canal, y aquí caleta.
Para sainete el de tía Norica
y termino el soneto con tu venia.

Fernando Ortiz

jueves, 16 de agosto de 2012

Más agradecimientos de los Rustica Numina

     El otro día me dejé en el tintero lo principal, aclarar quiénes son los Rustica Numina. Júpiter, por boca de Ovidio (Metamorfosis, I, 192-198), dice a los demás dioses del Olimpo que tiene que acabar con el género humano (mediante un diluvio, como hizo Yavé) pues
"Tengo yo semidioses, tengo divinidades campestres, Ninfas, Faunos, Sátiros y Silvanos que habitan los montes; puesto que a ellos todavía no les he concedido el honor de residir en el cielo, permitámosles al menos habitar la tierra que sí les di. ¿Creéis, dioses, que van a estar ellos seguros, cuando a mí, que poseo el rayo, que os poseo y gobierno a vosotros, me ha preparado acechanzas Licaón, ya conocido por su ferocidad?"
(Sunt mihi semidei, sunt rustica numina, Nymphae Faunique Satyrique et monticolae Silvani,
...)
     El caso es que coincidieron dos presagios faustos con uno funesto durante esos días. El segundo signo esperanzador fue que releí por casualidad (o quizá a petición de un amigo cura, pero esa ya es otra historia) un cuento hermoso de Marguerite Yourcenar, titulado Notre-Dame-des-Hirondelles (Nuestra Señora de las Golondrinas). Allí también aparecen unas Rustica Numina, en este caso ninfas, en peligro de muerte porque su tiempo histórico ha pasado. Las salva la Virgen María, convirtiéndolas en golondrinas.

     Y, claro está, con la claridad funesta de las llamas, que todos los dioses menores que moran en los bosques están hoy en peligro de desaparecer con los incendios provocados a diario en los lugares más hermosos que quedan en España. Las llamas se llevan la belleza, la naturaleza y la historia, todo lo que hace soportable la vida en nuestra piel de toro. Por eso entiendo que cualquiera que no comparta la pulcrofobia de los incendiarios, cualquiera que alabe cosas en peligro como las que he procurado celebrar en El rompimiento de gloria, se merece el agradecimiento no ya mío sino sobre todo de las criaturas -vegetales, animales o divinas- que aún quedan.

     Muy en particular es digna de este agradecimiento una nueva reseña, Ardor y pedagogía: "El rompimiento de gloria" de Tamarón, escrita por Enrique García-Máiquez. Les aconsejo que entren aquí y vean también los comentarios de los lectores. Pero sobre todo los de García-Máiquez, que interviene en la discusión con penetrante clarividencia.

Enlace relacionado:
Rustica Numina

martes, 14 de agosto de 2012

Entrevistas tempestivas (I)

Mi sueño era emular a Nabokov en casi todo menos en escribir Lolita. Y menos en soñarla. Lo que admiro de él es la tenacidad con que defendió su derecho a tan sólo conceder entrevistas para la prensa cuando se le hacían las preguntas por escrito, y se le garantizaba la publicación íntegra y fidedigna de sus contestaciones. Yo intenté hacer lo mismo pero sin mucho éxito. Creo que apenas tengo tres o cuatro entrevistas publicadas que responden a esos sanos principios. La más reciente de esas entrevistas tempestivas (que vienen a tiempo o que tempestean y alivian descargando la tempestad que bulle dentro de uno) es la siguiente, por la que agradezco a Doña Julia Sáez-Angulo las preguntas y su publicación en Euro Mundo Global, el 17 de Julio de 2012:

     ¿Cómo concibió El rompimiento de gloria? ¿parte de alguna referencia real por mínima que sea?
     Se me ocurrió la idea de la novela un día perfecto de finales de verano, descansando de una caminata junto a un arroyo de la Sierra de Guadarrama. Pensé que no desentonaría con el lugar la aparición de una diosa, una especie de Diana, o una semidiosa. Luego el personaje central se convirtió más bien en trasunto de Atenea, aunque sólo fuera porque siempre tuve curiosidad por saber cuál era el color de los ojos de esa diosa. Hoy en día no abundan las hierofanías, pero no porque no existan sino porque no sabemos verlas. El rompimiento de gloria es el hilo que une varias hierofanías, apariciones de lo sagrado en palabra acuñada por Mircea Elíade. Algunas hierofanías son modestas, pero siempre sagradas: el resplandor de una hoja otoñal al trasluz del sol o el sonido de un pequeño arroyo de montaña. 
    Usted estudió Derecho y se percibe en su literatura su amor a la cultura clásica. ¿Cómo se “enganchó” a ella?
    Me enganché a ella precisamente porque no me gustaba el Derecho. Además el bachillerato de entonces era bastante bueno y se daban unos siete años de Latín y tres de Griego. Recuerdo muy poco de lo que entonces aprendí pero me queda en la mente la impronta de una cultura al lado de la cual la nuestra es mediocre. Para colmo, llegó el cataclismo del Concilio Vaticano II, que arrasó la mayor parte de la belleza litúrgica de nuestro acervo católico romano, y además mucho de la belleza musical. Así es que más que engancharme me reenganché a algunas de las principales raíces de nuestra cultura.
    ¿Es cierto como decía Borges que “todos somos griegos en el exilio”? 
    Sí, pero casi nadie se da cuenta de su exilio. “La crema de la inteleztualidá” se lanza a la “insobornable contemporaneidaz” con la fruición de una cerda en una charca. 
    En belleza me traído a la memoria “Madrid de Corte a checa” de Foxá, aunque no sean comparables ¿Qué opinión le merece esta novela? 
    Me parece excelente. Pero la gran novela de nuestra Guerra Civil es Una isla en el mar rojo de Wenceslao Fernández Flórez. Es tan amarga que… Bueno, para qué hablar ahora de eso. 
    ¿Cómo va la protección de la sierra de Guadarrama? 
    No muy bien. Ningún partido político es sincero en sus declaraciones de amor a la Naturaleza, que llaman medio ambiente. El sueño de cualquier alcalde, sea del partido que sea, es benidormizar todo su término municipal, porque eso da dinero y significa Progreso. Y también da votos, claro. 
    Usted comenzó por la narrativa breve ¿La ha dejado a un lado? ¿Qué ventajas e inconvenientes tiene el relato corto respecto a la novela? 
    Pues sí, ahora que lo dice usted recuerdo que hace muchos años que no escribo un cuento, como prefiero llamar los relatos cortos. La ventaja de un cuento es que al describir una situación, si se tiene habilidad, se puede iluminar el pasado y el futuro de los personajes que están en esa situación, igual que un fogonazo puede iluminar mucho terreno. El inconveniente es que el lector suele quedarse con hambre. Y el autor también. 
    ¿Qué libro prepara ahora? 
    Estoy trabajando -y disfrutando- en una suerte de libro de recuerdos de un lector, que entrevera memorias con una antología de las cosas que más me han gustado, desde que aprendí a leer hasta hoy. Me permitirá usted que oculte otros particulares, por superstición, por prudencia y por pudor. 
    ¿Hay una buena relación entre la diplomacia española y la literatura? 
    Sí, o al menos muy estrecha. Mencionó usted antes a Foxá. Yo ahora no veo que ninguno de nosotros los diplomáticos escritores nos podamos comparar con Foxá ni con Edgar Neville ni menos con Juan Valera. Pero tampoco veo ningún diplomático escritor francés de hoy comparable con Chateaubriand y ni siquiera con Claudel, Giraudoux o Paul Morand. 
    ¿Qué recuerdo más positivo tiene de su paso como director del Instituto Cervantes? 
    El haber tratado personalmente a muchos escritores a los que había leído con admiración antes; el más simpático y original de todos quizá Álvaro Mutis. 
    ¿Es cierto que los hispano-americanos hablan el español con donosura y que los españoles somos más zafios en su uso? ¿A qué se debe? 
    Sí, aunque quizá no en las grandes ciudades, y en España pasa algo parecido: que tiene más sabor el lenguaje anticuado de los pueblos que el pedante y hortera de las capitales. A eso se añade un fenómeno bien estudiado por los filólogos y es que la lengua es más anticuada y a veces pura en la periferia de un imperio que en su centro. Ocurrió así en el Imperio Romano y aunque ahora no sabemos dónde está el centro de la lengua española, puesto que nueve de cada diez hispanohablantes viven al otro lado del charco, desde luego se habla mejor en Quito que en Madriz (sic) o en Buenos Aires. 
    ¿Le gustaría entrar en la Real Academia de la Lengua? 
    Le confieso que sí, pero sé que nunca ingresaré. 
    ¿Cómo ve el futuro del español respecto al inglés y el chino? 
    En cuanto al presente, el español es la gran lengua internacional, el inglés es la gran lingua franca global y el chino no es ninguna de las dos cosas. En cuanto al futuro, siempre recuerdo el chiste que corría entre los sabios de los institutos de análisis y previsión (think tanks) cuando yo trabajaba en uno: lo malo de trabajar con bolas de cristal es que tiene uno que acostumbrarse a una dieta de cristales rotos. 
    Usted ha participado en unas conferencias sobre el humor ¿Qué definición le convence más? 
    La ironía es el pudor de los modernos, dijo la mayor autoridad en la materia.
    ¿Su sentido del humor es cervantino o inglés? (lo digo por el origen respectivo de sus padres) 
    Creo que mi sentido personal y literario del humor tiende a disfrutar de elementos de autores muy diversos y que escriben en varias lenguas, desde el maravilloso humor surrealista de los comediógrafos y novelistas españoles de los años 30 y 40 del siglo pasado hasta el brillante humor reaccionario de Evelyn Waugh. 
    Frente al “Noblesse oblige”, Ortega y Gasset decía que en España “la nobleza desobliga” ¿Qué le parece esta afirmación?
    El retruécano es muy anterior a Ortega. Ya Lope de Vega escribió en un precioso romance:
                        Que me obliga mi nobleza, 
                        y aunque amor me desobliga 
                        es fuerza que el honor venza.
 Y creo recordar que Ortega también escribió algo así como que el auténtico noble (¿o era el auténtico aristócrata?) no era quien exigía más derechos sino quien exigía más obligaciones. Yo prefiero quedarme con esto.

martes, 7 de agosto de 2012

Una décima egipcia de Fidel Sendagorta

Reconforta comprobar que aún quedan observadores capaces de ver la realidad tanto en clave ensayística como en clave poética. Uno de ellos es Fidel Sendagorta, que en la misma semana publicó un lúcido artículo (Euroescépticos y euroestoicos) y me envió desde Egipto una décima espinela llena de brillantes matices, y no sólo cromáticos.

Me dice el autor: "El primer verso está inspirado en una oración que gustaba mucho a Graham Greene y que empezaba así: Oh Jesus of the evening. Lo leí en su biografía y ahora no lo encuentro". Buceando gracias a Mr. Google en el Libro de las Horas y en el Book of Common Prayer encuentro algo muy próximo a la frase que gustaba a Graham Greene:
"Cristo, señor de la noche,
que disipas las tinieblas"
(Himno en las Completas, en la versión española y moderna del Libro de las Horas).
Lo curioso es que en la versión antigua, en latín, no encuentro esa advocación y sí otra bastante distinta:
 "Christe, qui, splendor et dies, noctis tenebras detegis..."
Ese himno también se cantaba a veces con el nombre de Christe qui lux. Parece ser extraordinariamente antiguo; los ingleses a veces lo atribuyen a San Beda el Venerable (siglo VII) y otros incluso a San Ambrosio (siglo IV). En el Book of Common Prayer, y sobre todo después de que los anglicanos -en un arrebato precursor de nuestros golpes católicos contra la belleza en la nueva liturgia, después del Concilio Vaticano II- uniesen las dos horas canónicas de Vísperas y Completas, ya sólo queda un tenue eco de la plegaria a Dios como Señor de la noche que disipa las tinieblas.

En fin, esta décima está, a todas luces, repleta de tornasoles psicológicos, espirituales e históricos, pero sobre todo parece un hermoso suspiro de esperanza en tiempos aciagos (palabra que por cierto viene de aegyptiacus). Celebro que su autor me permita publicarla.
Gracias Señor de la tarde
por la nube incandescente
y una charla intrascendente
bajo este cielo que arde.
Y no hay memoria que guarde
este instante tan precioso
pues que apenas deja poso
y una eternidad merece,
mientras el asombro crece
ante el misterio gozoso.
Fidel Sendagorta, El Cairo, Abril de 2012

miércoles, 1 de agosto de 2012

Botones de muestra (X)


Lo primero que salta a la vista de este libro es el excelente título escogido por el autor: El pábilo vacilante. Lo último es el no menos excelente -divino, incluso- origen del título, que se encuentra en el colofón, si se lo sopla a uno el autor (que sabe muy bien que la literatura cuando es buena es de misterio y cuando es mala es de Corín Tellado):
No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Isaías 42, 3. 
El pábilo vacilante, de Enrique García-Máiquez, se imprimió el 2 de febrero de 2012, fiesta de la Candelaria.
Bajo ese título hermoso encontramos, como reza el subtítulo (RAYOS Y TRUENOS, 2008-2011), una antología de entradas en la bitácora de su autor, que piensa con razón que "con los blogs literarios estamos ante un nuevo género, que ha encontrado un pequeño espacio propio entre los territorios del diario, la crónica periodística, la glosa, la tertulia, el epistolario y, ya puestos, el haibun". Eso quiere decir que alberga además mil formas de la concisión literaria, desde el aforismo o los lemas hasta la greguería o el colofón, como acabamos de ver. Incluso aparecen villancicos como éste, más que lunario breve fogonazo de estrella fugaz:
Es esta luna
la misma que brilló
allá en Belén.
Aunque hace frío, salgo
por si quiere contarme.
Lo más notable es que Enrique García-Máiquez combina el buen oído con la concisión extrema. Algunos dirán que eso es natural, pero no lo es. Gracián, sin ir más lejos, brillaba más por la concisión que por el buen oído. Incluso en El pábilo vacilante aparecen textos donde a la brevedad y a la eufonía se añade la densidad de alusiones cultas bajo un ropaje de gran simplicidad popular, por ejemplo en esta
Feria de Mayo en El Puerto  
La luna ha leído a Lorca
(como es lógico) y anoche
le dio por posar de rosa. 
Pero cuando fui a cortarla
para prenderla en el pelo
de Leonor, clamó indignada: 
«Una rosa es una rosa
es una rosa, y yo soy
leída pero no tonta». 
«Busca una buena gitana
y, señorito legítimo.
le compras por un buen pico
una rosa colorada... 
Tú déjate de metáforas».
En fin, cada uno admira más aquello de lo que carece, y yo no tengo buen oído para lo propio pero tal vez sí para lo ajeno. En algún lugar de este libro (o quizá me lo dijo de palabra el autor) cita a otro escritor que decía más o menos "cuando se escribe poesía el problema es buscar la rima; cuando se escribe prosa, también, pero para eliminarla". Claro que García-Máiquez es demasiado buen prosista como para seguir a rajatabla este precepto. Él no extirpa las rimas asonantes en su prosa, como mucho las espacia o suaviza manejando la métrica con discreción. Es fiel al método que propone: "escribir de buen humor, corregir de mal humor [...] Un mal humor que no nos hiele la sonrisa o que, incluso, la provoque, o una sonrisa que nos consuele un poco o que, al menos, no nos amargue más".


El pábilo vacilante
Por Enrique García-Máiquez
Renacimiento
Sevilla, 2012

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